domingo, 6 de noviembre de 2016

Mi sobrino y la magia

Mi sobrino Jaime tiene diez años y acaba de saber, por un despiste de su madre, la verdad del ratón Pérez y por alusiones lo de Papá Noel y los Reyes Magos. Una ola de desencanto ha recorrido sus neuronas, que son muchas, obligando a reordenar la información recibida sobre este tema en particular y sobre la vida en general. La primera conclusión a la que ha llegado es entonar un “mea culpa” por ser tan inocente. La segunda, que no todo lo que dicen los adultos es cierto y la tercera que la magia no existe.
Según mi punto de vista, de las tres conclusiones, dos son falsas y una es verdadera.
La primera conclusión es falsa. Culpabilizarse por “ser tan inocente” cuando quien te da la información es alguien en quien confías, es un error. Cuando sea mayor seguirá sin desconfiar de las personas cercanas y no dudará de la palabra de quien considera familia, amigo o compañero. Cierto es que las traiciones existen pero no se puede estar todo el día pensando en que “Fulano” o “Mengana” te puede mentir, hacerte daño, utilizarte... a no ser que se “meta” a político o desarrolle una personalidad paranoide o antisocial (desearía que no pasase ni lo uno ni lo otro).
La segunda es cierta: no todo lo que decimos es verdad. Mentimos por muchas razones: para evitar castigos, para aumentar nuestro ego, para salvaguardar secretos, para no hacer daño a otras personas o al reves, para hacer daño a otras personas, y otras veces no sabemos si mentimos o no, simplemente nos dejamos llevar por nuestra imaginación o nuestras creencias y con el paso del tiempo nos damos cuenta del error de defender verdades absolutas, porque casi todas las verdades absolutas son mentiras. De todas formas, ser honesto y no faltar a la verdad es una virtud que deberíamos promover. Uno se siente mejor cuando dice la verdad o por lo menos, cuando no miente. Eso hace que uno se convierta en una persona confiable.

La tercera es falsa. Jaime: la magia existe, solo que nos han hecho creer que la magia tiene que ver con el consumismo, con la compra de juguetes, de coches caros, de casas... es decir, con el dinero, por eso os mentimos con lo de los Reyes, porque no valoramos la verdadera magia. La verdadera magia está en la ilusión de la “abu” cuando prepara el menú de la cena de Navidad, en adornar la casa y poner tus siete belenes, en ver la cara de mis sobrinos cuando “Papá Noel” les ha traído ese juguete que tanto querían o la de mi hermano cuando este año también le ha tocado otro pijama; está en ese villancico desafinado de alguien de nosotros que no puedo decir pero que te diré al oído, en disfrutar de una familia tan maravillosa como la nuestra, en acordarse de los que ya no están y brindar por ellos. Esa es la magia. La magia del amor. Y si miras a tu alrededor, seguirás viendo magia: en los árboles, en el mar, en el Universo tan lleno de estrellas, tan bien colocadas, tan brillantes, tan bellas...En la formación y el nacimiento de un bebé, en el cerebro de un ser humano, y si no, ¿cómo explicamos las emociones, los sentimientos o el pensamiento? Pura magia, y tú, como cada uno de nosotros eres un pequeño mago. Usa tu magia para ayudar a otros a ser mejores personas, a cuidar este planeta, a hacer el bien, y seguro que el Gran Mago te devolverá el favor, creando otra estrella en el Universo.

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